Hoy, los informativos, el
día que no abren con las elecciones catalanas y el debate independentista, lo
hacen con el rescate y sino con la prima ó con la crisis interna del
socialismo, la más grave, dicen, en las últimas tres décadas. Grave la crisis
del PSOE, gravísima la crisis, grave la crisis que abre el debate soberanista.
Vivimos en un estado de excepcionalidad permanente que no puede permitirse otra
gravedad, no tiene capacidad para digerir tanto en tan poco tiempo.
Sin embargo estos días la
verja que nos une y separa de ese tercer mundo que nos espanta por ser un
espejo cada día más próximo, vive también la situación más grave desde el año
2005. Decenas de inmigrantes, 95 en los últimos tres días, vuelven a tratar de
alcanzar su sueño. Aquí nos preguntamos cuál, sumidos como estamos en una
pesadilla permanente, ¿Acaso no saben cómo está este país?, ¿Cómo está Europa?
Y entonces te preguntas cómo estarán ellos en sus países para jugarse la vida
por una tan miserable como la que la mayoría de ellos se verá abocada aquí.
La nuestra es, de momento,
otra emigración, la de una generación que se ha quedado sin futuro antes de
estrenar el presente, que viene de un pasado de festín que ahora sólo parece a una
Nochevieja de frenesí. El nuestro es otro drama, menos drama, pero también es
triste, también duele y es el nuestro. El de los desahucios, los suicidios de
los que tampoco se habla, las familias desesperadas, los miles de jóvenes que
hacen sus maletas o meditan hacerlas, No
es que no queremos ver más allá, es que a veces, no podemos.
Aquella es una tragedia humanitaria que
escribe hoy otro capítulo pero los informativos no abren con ella, tal vez,
porque interpreten que tampoco pueden abrir más nuestros ojos. Lo primero, lo
de casa, aunque la verja sea la de nuestro, todavía jardín, esa urbanización
desierta financiada por el delirio del ladrillo que ahora requiere un rescate.
Aquí la llegada que importa es la de los fontaneros de Merkel. Los men in black
que metan en cintura al ‘pig’ español poniéndolo a dieta con el bisturí de
nuevos recortes.
Mientras ellos siguen
llegando, unos alcanzan la costa española, otros no tienen la suerte, esa que
creen tener los que han puesto un pie en esa tierra prometida que para ellos sigue siendo Europa,
esa tierra de oportunidades, ese estado del bienestar que hoy es de malestar. Todavía
jadean en la orilla, aún no han abierto los ojos, están agotados, exhaustos
tras el viaje, no saben la que les espera aquí, tal vez nosotros tampoco.
Texto e ilustraciones: Ricard Chicot
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